PRIMER TRABAJO PARA ESTUDIANTES EN PROCESO
TRABAJO DE LENGUA Y LITERATURA
1RO-
QUINTA Y 1RO- SEPTIMA DE LA EpET 8
ENTREGAR EL 25 DE FEBRERO 2021 AL
profedelenguachabela.2020@gmail.com
o a mi wasap 2995953061 CONSULTAME
Profe Marcela Quiroga
EL
DIA 26 DE FEBRERO 2021 ENVIO UN SEGUNDO Y ULTIMO TRABAJO INTEGRADOR
RECUPERADOR-
“ LLUEVE POR FIN” DE JORGELINA ETZE
Cuento – 1-Leer en voz alta –
Después por párrafos
La tierra, agrietada y
amarillenta, recibe el agua con avidez. Desde que cayó la última gota pasaron seiscientos cuarenta y tres días.
Ya no hay vegetación. Ni
sembrados, ni flores, ni césped.
Nada.
Los animales también se
perdieron. Miles de cabezas de ganado muertas de sed y hambre.
Pero ahora no ocurrirá
lo mismo que la última vez. Ahora estamos preparados: el sistema recolector almacenará hasta la última gota.
El gobierno estableció un
plan de racionamiento. Parte del agua se embotellará y distribuirá con extremo control, otra parte se utilizará para riego de los cultivos autorizados. Con el tercio restante, se saciará la hacienda que aún resiste.
Llueve, por fin, y parece que no amainará pronto. El cielo enviciado, gris y feroz,
anuncia una tormenta memorable. Torrentes cayendo del cielo.
La humanidad se
regocija en este festín de humedad. Probablemente los prados nunca volverán a ser verdes,
quizá ya no veremos ríos caudalosos; pero, con
tanta agua, se llenarán los cauces de los riachos. Llueve, y abro las ventanas,
ansioso de inspirar el aire fragante, cargado de tierra mojada.
Pero no es eso lo que huelo.
Azufre, ácidos, podredumbre.
La lluvia no es transparente, el agua no
es cristalina… Llueve, por fin.
Pero ya es tarde.
.
© Jorgelina Etze –
Biografia de la autora
Nació en Lomas de Zamora. Es abogada, cuentista y
novelista argentina. Publicó “No hay una sola forma de morir”
(Cuentos, Paso Borgo, 2013), “Cuentos con todo”,
(Antología, Zona Borde, 2013), “Cuentos de la Abadía de Carfax 4”
(Antología, Paso Borgo, 2014), “Cosas de chicos” Novela finalista
del Premio Altazor de Novela en Lima, Perú (Novela, Altazor,
2016), “Gracias totales” (Antología de Cuentos tributo narrativo a Soda Stéreo, Altazor 2017) “Tantas soledades” (Cuentos, Luvina, 2019). Forma parte de la Abadía de Carfax, círculo de escritores
de horror y fantasía.
2-Marcar los párrafos.
Marca y busca las palabras que no conozcas.
( En el diccionario).
3- De
qué trata esta narración? Contala con tus palabras. 4-
Cual es el tema central?
5- Extrae 10 sustantivos, 5
adjetivos.
6. Extrae tres verbos conjugados , escribe su infinitivo 7-
Con esas palabras ; los sustantivos , los verbos y los adjetivos, escribe una breve historia , puedes agregar lugar , personajes , usa tu imaginación . Respeta puntos , comas , ortografía , que sea de dos o tres párrafos.
¿Cuáles son las
características de LOS CUENTOS DE CIENCIA FICCION?
Características principales
de un cuento de ciencia ficción
• 1- Existencia de
tecnologías ficticias o aún por desarrollar. • 2- Mayor impacto en menos
páginas.
• 3- Un patrón de verosimilitud.
• 4- Presencia de
personajes ficticios o aún no existentes. • 5- Entornos futuros,
espaciales o ficticios.
• 6- Sustento científico mínimo.
Las 3 Partes de un Cuento de Ciencia Ficción. Las tres
partes principales de un cuento de ciencia ficción son la introducción, nudo y descenlace.
Como cualquier texto
narrativo, esta estructura es la más
básica y efectiva que permite que el receptor se familiarice
con los elementos y se interese por la historia.
8. Leer otro cuento: este es de ciencia ficción, es más
extenso , te sugiero lo leas de una vez y otro dia lo vuelvas a leer .
Veinticuatro
horas sin computadora
7 de julio de 2055 Aeropuerto de Ezeiza Provincia de Buenos
Aires República Argentina
Desde la sala de control de pasajeros en tránsito del
aeropuerto, la agente Olivia observa los
monitores que le muestran, día tras día,
miles de caras extrañas. Desde que la seguridad en el mundo está a cargo de equipos informáticos que todo lo
ven, lo escuchan, lo registran, el
crimen casi ha desaparecido. Quien comete un delito lo hace como una forma de suicido o para
conseguir cinco minutos de fama. No hay
manera de huir de las cámaras y sensores.
La humanidad, sin embargo, parece agradecida. Lo que ha
perdido en intimidad lo ha ganado en
paz. El precio a pagar, se rumorea, no
es tan alto. Sólo hay que olvidarse de las cámaras y seguir. Seguir como si nadie te vigilara. La agente Olivia
cabecea. Ordena verbalmente a la
cafetera que le sirva una lágrima, y vuelve a fijar la vista en los monitores. A Olivia le gusta la
palabra lágrima y la repite por el solo
hecho de escuchar su voz: lágrima, lágrima, lágrima. La cafetera despacha a velocidad otros tres
pocillos que se empujan y se derraman. Todo
está en orden. En el aeropuerto, los pasajeros se mantienen sentados en los cómodos sillones
provistos de una pantalla multifunción,
y sólo se escucha el susurrar de las
conversaciones que mantienen con rostros virtuales o la
música que se filtra a través de los
auriculares. Algunos utilizan pequeños
teclados inalámbricos para enviar mensajes de texto, o escriben directamente sobre la pantalla con sus
punteros. Quien desea ir al baño aprieta
una tecla que enciende sobre el piso una guía de luz amarilla, que lo llevará hasta el lugar
indicado, y le reserva el sillón hasta
su regreso. En caso de tener que abordar su vuelo, será una luz azul la que lo lleve en la mínima
cantidad de pasos. El camino de luz roja
está reservado para las emergencias, por supuesto. La agente Olivia sabe, por experiencia, que
muchos se aguantan las ganas de orinar
porque les avergüenza seguir la línea amarilla frente a los ojos de los extraños. Ya lo ha hablado
con la gente de sistemas, y ha dejado a
estos enfrascados en una interesante discusión sobre el color de las líneas guías. La agente
Olivia se siente feliz de ser útil.
Recita para sí el lema de su oficio: "un hombre permanentemente ocupado, comunicado, ordenado y entretenido
es un hombre feliz. Un hombre feliz no
comete crímenes". D La agente observa un monitor y fija su vista en una adolescente. La chica
está sentada en uno de los sillones. La
agente Olivia continúa con su recorrido visual, pero enseguida regresa a ella. Algo está mal, su
olfato, su experiencia, se lo dicen. Con
rapidez, coloca todo el arsenal de sensores sobre la niña, y la bombardea con rayos invisibles que
le ofrecen una lectura completa de la
sospechosa. Lástima, se queja la agente Olivia, de que la máquina para leer pensamientos esté
aún en período de prueba. Que dos o tres
conejillos de indias de cada diez, sufran
amnesia permanente luego del experimento, no prueba nada, opina Olivia. Nada. Desde la sala de control de
pasajeros en tránsito del aeropuerto, la
agente Olivia dice "comandante", y al instante el pequeño teléfono celular que tiene adherido a
su charretera izquierda, la comunica.
Inclinando apenas la cabeza, la agente inicia
la siguiente conversación telefónica con su superior. —¿Qué pasa, Olivia? —responde el comandante Varela. —Me
acaba de interrumpir el internacional de
pacman. —Ese es un juego del siglo pasado,
señor. —¿Y usted cree que no lo sé, Olivia? ¿Sabe cuántos expertos quedamos en el mundo? —Tengo una sospechosa
en la mira, señor. —Dígame la lectura
del sensor. —Mujer de 12 años, Melody Keper,
caucásica, 1,35 metros de altura, 40 kilos, cabello castaño, ojos
verdes, huellas de ortodoncia, un pequeño tatuaje no
permanente en la mano derecha: un
duende. Vestimenta adecuada. Accesorios
usuales. —Me está describiendo a todas las adolescentes del mundo, Olivia. Mi propia hija podría ser.
¿Qué está haciendo esta muchacha para
que a usted le parezca sospechosa? —Está... está conversando, señor. —No le entiendo Olivia,
¿está qué? — Conversando, señor. —Bien, está conversando. ¿Con su novio,
con una amiga, con un terrorista? ¿A
quién tiene visualizado en la pantalla?
—La pantalla está apagada, señor. —¡Entonces sea más clara, Olivia! —Le habla a las personas que
sientan en los sillones más cercanos.
—¿Y... estas personas qué hacen, le responden? — No señor, he estado observando
un buen rato, y en general las personas
se levantan y huyen a otros sillones. —Haga una lectura electrónica, Olivia, dígame qué aparatos
tiene esta muchacha. Tal vez su pantalla
no funciona y está pidiendo auxilio. Puede suceder. Siempre hay una primera vez. —Ya lo he hecho,
señor. Su pantalla funciona
correctamente. En este mismo momento podría estar escuchando música, mirando una película,
chateando, enviando mensajes de texto. Y
no lleva nada. Ni un celular, ni una computadora de mano, ni una agenda electrónica, ni un
reproductor de música digital, ni una
cámara fotográfica. Nada señor. Y... y... —¿Y qué Olivia? —Sonríe. Sonríe mucho y hace
ademanes, y mueve la cabeza y, aunque
continúa sentada, parecería que no puede
quedarse quieta. —Olivia... le puedo enviar un láser en menos de
dos minutos. Lo acabamos de calibrar. Yo
creo que puede darle entre los ojos, y
esta Melody Keper ni se va a dar cuenta de lo que le sucedió. —No creo que haga falta todavía, comandante.
—Olivia... acabo de poner al aeropuerto
en nivel bermellón. Ya estamos allá. —¿Qué
color, señor? El comandante Varela envía un mensaje de texto a su esposa informándole que no chateará con ella
a las 20 horas. Luego chequea con su
radio la ubicación de su personal, del equipo
especializado y la cantidad de armamento del que dispone. Enseguida hace un ruido con los dientes que
sólo él sabe hacer, y todo su despacho
queda a oscuras. Cuando sale, una línea de luz
roja se dibuja en el piso y lo guía hacia el auto eléctrico y
automático que lo espera a centímetros
de su puerta. Este lo conduce cuatro
metros por un pasillo, hasta el despacho de la agente Olivia. Por
costumbre, o tal vez por exceso de disciplina, el comandante
Varela no puede dejar de mirar la guía,
como si temiera perderse. —¿Me tiene
algo nuevo? —pregunta el comandante Varela a la agente Olivia, sin quitar la vista de los monitores.
La agente Olivia mira su reloj. —Hablé
con usted hace escasos cuarenta segundos. Lo
esperaba para actuar. —Bien... hace usted bien... ¿Hace cuánto que no tenemos una alerta granate? —Demasiados
años, comandante. Cuando llegó ese
famoso cargamento de conejos que escaparon y
sembraron terror entre el público. —Eran unos deliciosos conejos,
si uno sabe marinarlos. Bien... vamos a
rodear a esta muchacha, que no pueda
escapar ni siquiera a través de un cable. Averigüe con el departamento legal si esta menor tiene algún
derecho, o si estos se anulan cuando uno
sale de su casa desconectado. En este caso
siempre tenemos a disposición el láser. Actuaremos como corresponda para salvar la integridad de la
Nación y la paz del mundo.
—Comandante... yo estoy lista para ocuparme del caso. — ¿Qué le pasa, Olivia,
acaso aquí le falta acción? —Oh, no señor, es
que hice unos cursos de psicología infantil y esas cosas, ¿vio? Juegos en red, rap, maquillaje fluo... y creo
que podría ayudar. — Ocúpese. Sin que nadie sospeche, ni se detecte cambio
alguno en el movimiento del aeropuerto,
varios agentes de civil rodean a Melody
Keper. La agente Olivia se acerca a ella y ocupa el sillón a su lado.
A pesar de su edad (tiene más de 40
años), va vestida con ropas típicas de
adolescentes, lo cual le otorga un aire decididamente ridículo. La agente Olivia, sin embargo, cree que así
logrará la empatía de la chica. Melody
ve acercarse a la mujer, y no puede menos que reír. La agente Olivia lo toma como una señal de
peligro y coloca su mano,
disimuladamente, sobre el seguro de su arma. La agente se acomoda, y enfoca su vista sobre la pantalla
de su asiento, como si fuera una mujer
cualquiera esperando su vuelo, o la llegada de un familiar no muy querido. Su escuadrón la
observa y escucha a distancia. —Hola
—dice Melody. —... —Hola —repite Melody. —¿No
funciona tu pantalla? —pregunta la agente Olivia. —Oh, sí, supongo que sí, no la he prendido todavía. —Te
sugiero que lo hagas. — Quiero hablar. Me di cuenta de que me gusta hablar
—dice Melody. —A mí también me gusta
hablar —responde la agente, distante— pero sólo con mi pantalla. No converso
con extraños. —Justo hoy
pensé que si pudiera presentarme, ya nadie sería extraño, ¿no
lo cree usted? Soy Melody Keper. La
agente Olivia duda. Ningún ser normal se
presentaría a otro de esa manera. Trata de recordar todo lo que ha aprendido en los cursos, de
rememorar cada pantalla que ha leído,
pero no encuentra nada que la ayude en este momento. Lo único que sabe de los dementes es: "Si
recibes un correo electrónico de una
persona con sus capacidades mentales alteradas, que consideres un peligro para la sociedad,
denúncialo". —Olivia Yávez.
—¡Entonces ya nos conocemos! —se exalta Melody—. Hoy intenté hablar con varias personas, pero nadie me
respondió. —¿Y qué tiene de bueno
hacerlo así...? —quiere saber Olivia. —Bueno... ¿no siente que a veces la computadora es fría? Es verdad
que podemos ver a la otra persona,
escucharla, pero... tengo la impresión de que
siempre se trata de personajes, de que la gente no es real de esta manera. Cuando podes borrar lo que escribiste
antes de enviarlo, releerlo, pensarlo
dos veces, y enviar sólo fotos o videos que te
favorezcan, bueno... perdemos espontaneidad, no terminamos de conocernos. —¿Desde cuándo pensas eso?
—Mmm... van a ser veinticuatro horas.
—¿Y qué pasó hace veinticuatro horas? —Venía
con mis padres hacia el aeropuerto, para tomar un avión. En el auto estaba viendo una película en el reproductor
de DVD, y de pronto se quedó sin
batería. —¿Tus padres no la habían cargado lo suficiente? ¿No acostumbran llevar baterías de repuesto?
—Supongo que sí... pero esta vez se
habían olvidado, parece. —Es un grave error —dice la agente Olivia y toma nota mentalmente:
"investigar a los padres".
—Entonces, como no podía mirar la película, casi enloquezco. ¡Estaba en un auto en medio de una ruta!
¡Entre la nada! —Me lo imagino. —Y fue
en ese momento cuando levanté la cabeza y miré
por la ventanilla y vi... vi.... —¿Qué viste? —Una vaca. —El letrero
de una vaca. ¿Una vaca en una pantalla
gigante de publicidad? —No, una vaca de
verdad. Blanca con manchas negras. Una vaca muy
linda. —¿Y eso fue todo? —Había otras vacas también. Pero más lejos, y eran así de chiquititas. Supongo que
de otra marca. —Raza —la corrige la
agente Olivia. —Pero esta blanca y negra —continúa Melody sin prestarle atención— estaba cerca y
la vi bastante bien. La vaca también me
miró, creo. —¿Y...? —Y entonces me di cuenta de
que era la primera vez en mi vida que miraba a alguien a los ojos, y
que ese alguien me devolvía la mirada, aunque fuera una vaca,
y me emocioné mucho. Casi me pongo a
llorar. Fue como una revelación. —¿Y
todo eso te pasó por ver una vaca? —Sí, qué raro, ¿no? Por eso ahora no quiero prender la pantalla.
Quiero saber quién está a mi lado y cómo
se llama. Descubrir todo lo que existe a mi alrededor. Conversar. —¿Con la vaca también conversaste?
—Oh, no... las vacas no hablan, me
parece. Le vuelvo a decir que nunca había visto
una. Pero no sabe qué distinta me pareció a cómo son las vacas en la pantalla. Como si siempre me hubieran
enseñado una vaca que no es vaca, ¿me
entiende? Hasta presentí que el gusto de un churrasco, de ahora en más, me parecerá diferente.
—¿Hablaste de esto con tus padres?
—No... llegamos al aeropuerto, y ellos no paraban de hablar por sus celulares, y me parece que se
fueron en el avión. — ¿No los seguiste? —Sí... no... lo que pasa es que cuando
llegamos al aeropuerto yo estaba
pensando en la vaca y... y entonces pasó lo
otro. —¿Qué otro? —Lo vi... a él... —¿A quién? —A un chico. Lo miré a los ojos, como había hecho con la vaca, y
él me miró, y creo que le dio vergüenza
porque enseguida se puso a cambiar la música de su iPod. —Es que las personas no miramos a los
ojos, Melody, miramos a la pantalla.
—Sí, sí, ya lo sé. Sé que mirar a los ojos es una falta de respeto y todo eso. Pero me pasó. Y desde
entonces no puedo pensar en otra cosa.
—¿En la vaca? —En el chico. Tengo... tengo
mariposas en el estómago desde que lo vi. —¿Te comiste una mariposa? —No, es una forma de decir, creo.
¡Se me ocurren tantas cosas desde que me
desconecté! Son como cosquillas. Yo sólo lo
miré a los ojos pero... fue como si también hubiera visto su alma. —
Melody... ¿te colocaron algún tipo de sensor láser en los ojos? ¿Te hicieron alguna cirugía? —¡No! ¡Qué locura!
—Entonces no entiendo cómo pudiste ver
el alma de una persona a través de sus ojos. — Míreme. —¿Qué? —Míreme a los ojos.
La agente Olivia hace el esfuerzo y fija
su mirada en la mirada de Melody. Su equipo se
impacienta. —¿Y...? —pregunta Melody—. ¿La vio? —¿Qué cosa? —Mi alma. —No, nada. —A mí tampoco me sale
ahora. Pero con el chico sí que me pasó,
se lo aseguro. Yo creo... —Melody baja la voz
y la agente Olivia tiene que acercar su oído a la boca de la
muchacha para entender— que es eso que
llaman amor... Amor a primera vista.
—¡Qué tontería! —exclama la agente Olivia—. El amor es un proceso
que nace y se desarrolla luego de mucho tiempo de
conexión, Melody. El amor no surge de la
nada, sino del conocimiento de la otra
persona, que sólo se puede hacer mediante chats, llamadas, búsquedas en la red, e intercambio de
fotografías digitales, videos, o
archivos musicales. —No sé... yo le cuento lo que me pasó. —Lo que te pasa, querida, es que por haber estado
desconectada veinticuatro horas, estás
sufriendo un ataque de abstinencia. Tienes
alucinaciones, crees ver cosas, y te sentís así, como borracha. —Oh, no me importa. ¡Me gusta cómo me siento, y
nunca voy a volver a conectarme! ¡Nunca!
La agente Olivia considera que el caso debe
cerrarse, y apenas dice unas palabras a su celular, los agentes rodean a Melody y se llevan por una guía de
luz verde que, a su paso, se va
apagando. La agente Olivia había olvidado la existencia de ese color. La línea de los locos. Desde que ella
está a cargo de la sala de control de
pasajeros en tránsito del aeropuerto, nunca se ha usado. Una linda novedad para un día agitado. De
regreso a su oficina, la agente Olivia
informa al comandante Varela que Melody Keper está siendo reconectada por el Departamento Médico
Forense del aeropuerto. Le recuerda,
además, de que si comenzaran a utilizar la
máquina para leer pensamientos, no haría falta toda ese enfrentamiento cuerpo a cuerpo que tan
agotada la ha dejado. Tan sucia. La
atención de la agente Olivia regresa a los monitores. De derecha a izquierda, y otra vez de izquierda
a derecha, y allí está. El premio gordo.
Un muchacho. Mira hacia todos lados como buscando algo, y se ha desnudado de todos sus aparatos.
La agente Olivia sabe qué está buscando:
la mirada de Melody Keper. —¡Dios mío! — suspira— es contagioso. Mirar el alma
de la gente contagia, dicta a su
computadora. En pocas horas el aeropuerto estará lleno de adolescentes que miran a los ojos y conversan
y se mueven y se deshacen de sus
teléfonos celulares, piensa la agente Olivia. Que se encargue el del turno nocturno, decide. Antes
de retirarse, la agente Olivia se
conecta a la red y pide fotografías, videos y sonidos de vacas, e informes técnicos y estadísticas
sobre amor a primera vista. Mira una
vaca. Mira otra. Hace zoom sobre los ojos de una tercera. ¿Qué es lo que ha visto esa muchacha? ¿Qué
es...? ¿Qué es...? Verónica Sukaczer In:
24 horas sin computadora
9- Cuál es el tema de este
cuento?
10- Quienes son los
personajes?
11- Es una realidad posible?
Porque?
12-Porque es de ciencia
ficción?
13-Es actual? En qué año
se situa la narración?
14-Cuales temas trata?
15-Cambiale el final , puedes agregarlo o elegir alguna
parte del cuento y seguirlo vos.
Éxitos!
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